Entre bastidores: Los trajes del Moulin Rouge

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Los impresionantes trajes del Moulin Rouge forman parte de la magia que transmite este lugar único. En el Moulin Rouge nada se deja al azar, y estos trajes se confeccionan cuidadosamente para ofrecer a los espectadores la imagen de ensueño que buscan cuando asisten a un espectáculo.

La creación de los trajes

Los trajes, los materiales y las joyas necesitan renovarse para cada nuevo espectáculo; es por ello que el Moulin Rouge ha decidido trabajar con creadores como Mine Verges, una modista de enorme talento que logra confeccionar trajes que, por un lado, se adaptan perfectamente a cada espectáculo y, por otro, nunca dejan de fascinar al público. Es cierto que los trajes del Moulin Rouge dejan poco a la imaginación, pero se necesita una cantidad enorme de trabajo para lograr el resultado centelleante y exuberante del que presumen. Se les considera incluso entre los vestidos más caros que se puedan confeccionar. Se elaboran cientos de esbozos para cada espectáculo, ya que cada uno de ellos incluye varios conjuntos. Aun así, los trajes no lo son todo, y los accesorios como las pelucas, las plumas y los zapatos tienen una gran importancia. 

Los trajes deben ser cómodos de llevar y fáciles de controlar, de forma que los bailarines puedan moverse y bailar con ellos sin problema. Las telas y los materiales se escogen con cuidadosa atención, de forma que realcen el movimiento de las coreografías y sean lo suficientemente resistentes, y solo alguien con una gran creatividad y profesionalidad puede asumir esta responsabilidad. 

La confección de los trajes

Cada traje suele necesitar el trabajo de ocho artesanos, incluidos sastres, joyeros, plumajeros y zapateros. Todo debe estar hecho a mano y lucir impecable para lograr una perfección solo al alcance del saber hacer francés. La elaboración de los trajes tiene lugar en el tercer piso del edificio que acoge al Moulin Rouge, en el que dos equipos de trabajo que se alternan para trabajar desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche. Por poner un ejemplo, para elaborar un vestido de cancán se necesitan unos 160 metros de volantes, los cuales requieren de cientos de horas de trabajo. Los tocados se componen de plumas auténticas que los plumajeros colocan y moldean con habilidad. 

Pero el trabajo no acaba ahí, ya que, como las escenas cambian con rapidez durante los espectáculos, sastres y modistas esperan atentos entre bastidores para ayudar a los bailarines a cambiarse de traje lo más rápido posible. Sus tareas son muy variadas, como coser vestidos entre dos escenas, mantenerlos limpios y asegurarse de que todo marcha a la perfección.

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